viernes, enero 19, 2007

La Razón: Un cordón sanitario contra el PP




La bitácora del director

Un cordón sanitario contra el PP

Todo estaba montado para que la manifestación de ayer resultara una muestra de rechazo contra el Partido Popular y una forma de camuflar la figura malherida del presidente del Gobierno. Aún nada sabemos ni de cómo ha sido el «proceso» ni si se mantendrá en el futuro. Zapatero sigue abrazado a un hermetismo ya inaceptable. Ha llegado la hora de la transparencia y de la verdad. El presidente del Gobierno debe ofrecer mañana un cambio radical.

José Alejandro VARA
avara@larazon.es

Catorce días después del atentado de Barajas, ayer, por fin, se nos informó de la composición del explosivo. No de la cantidad de la carga. Algo es algo. El ministerio del Interior ha tenido finalmente un gesto mínimo de transparencia. Lo que aún no se puede decir del presidente del Gobierno que, quizás sumido en el tsunami mental que le produjo el doble crimen de la T-4, no ha acertado a explicar aún a los españoles en qué consiste su plan para derrotar al terrorismo.
Paz y unidad clamaban ayer las miles de personas que se manifestaron tanto en Bilbao como en Madrid después de una semana con ribetes patológicos, en los que los bailes en los lemas de las manifestaciones dejaron traslucir, prístinamente, el objetivo claro de la convocatoria: diluir el terrible efecto causado por la explosión en la credibilidad del presidente y encerrar más al PP dentro de ese «cordón sanitario» (ese gulag) que propuso Federico Luppi en un arrebato de inaceptable verborragia.

Nada sabemos del desarrollo de lo que el presidente del Gobierno bautizó en su día como «proceso de paz». Únicamente conocemos su aspecto más terrible. El de la bomba. Es decir, el de siempre. El presidente del Gobierno ha reclamado con insistencia confianza, unidad democrática, fe, tiempo, templanza... pero no ha hecho partícipe de este esfuerzo a la oposición, pese a que Mariano Rajoy, con tenaz paciencia y con irrenunciable moderación, le ha ofrecido todo tipo de apoyos y de comprensiones. Nada puede hacerse contra el terrorismo sin contar con la participación de todas las fuerzas democráticas, como se desprende hoy claramente de la encuesta que publica LA RAZÓN. Equivocadamente, Rodríguez Zapatero estaba convencido de que esa batalla la podía librar en solitario, en secreto, en forma tan hermética como opaca. Sin implicar en ella a los diez millones de españoles que representa el Partido Popular. Tras el mazazo de Barajas, había tenido la gran oportunidad de rectificar, de reconocer que se ha equivocado, de salir a la palestra pública junto al líder de la oposición y reconocer que, bueno, se ha intentado, no ha sido posible, hasta aquí hemos llegado y, a partir de ahora, retomemos la vía del pacto antiterrorista, con o sin el polémico preámbulo, y hagamos frente de una vez por todas, unidos, al terror.

El espectáculo que ha precedido a las manifestaciones de ayer permite sospechar que no va a ser ése el camino. Incluso en el comunicado de la marcha de Madrid se hablaba subrepticiamente del diálogo y del poder de la palabra. Ya lo hemos visto. Con ETA tan sólo se puede hablar de ETA. Ni de autodeterminación ni de territorialidad. De que dejen las armas. Luego se verá la capacidad de clemencia que tiene esta sufrida sociedad.
Mañana tiene el presidente del Gobierno una nueva oportunidad para no mantener a este país tan quebrado como nunca lo ha estadodesde la transición. Mañana, el presidente del Gobierno debe confirmar que se retira el aval que recibió el Gobierno para negociar con ETA porque ya no hay «ausencia de violencia». Que rompe definitivamente con la banda, él, en persona, como presidente de todos los españoles. No nos valen las rupturas forzadamente esgrimidas por la vicepresidenta o el ministro del Interior. Finalmente, debe exponer a todos los españoles cuál es la nueva línea que, fracasado el «proceso», propone para combatir al terror. Ojalá sea así. Pero mucho nos tememos que en su corazón aún anida ese sentimiento con el que llegó a la Moncloa y que se plasma, principalmente, en tender un cordón sanitario en torno al PP mientras se negocia con quien no se debe. .

Luppi, sin disfraz


Sería injusto poner en el mismo plano al gran Federico Luppi con algunos de los actorcillos del «No a la guerra». Luppi es uno de los grandes nombres del mundo de la interpretación del mundo latinoamericano. Algunas de sus intervenciones en las películas de Aristaráin sin duda son merecedoras de óscar. Por eso resultó tan penoso verle singularmente colérico en su convocatoria a la manifestación anti-PP. Se confunden quienes piensen que Luppi es tan sólo un titiritero. Igual que se confunde él al poner en el mismo plano al Partido Popular con la dictadura de Videla. Luppi ofendió a diez millones de españoles que votan al PP y que, quizás, ven algunas de sus películas. Por eso, es una pena que el gran actor se quitara la máscara.

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