miércoles, febrero 14, 2007

La Razón: Aquí está la izquierda extrema




Aquí está la izquierda extrema

Rodríguez Bermejo era ya un fiscal periclitado. De mediocre formación jurídica, desarrolló su carrera a lomos del PSOE. Ni siquiera sus compañeros del ministerio fiscal (de todos los colores) le han apoyado nunca. De autocomplaciente sectarismo, anclado en la revancha y fustigador obsesivo de todo lo que representa el PP, ha aparecido al frente del departamento de Justicia en el momento más bajo del Gobierno. «Viene para movilizar», dicen en el PSOE.


José Alejandro VARA
avara@larazon.es

«Ya luchamos en su día contra los papás de algunos que nos gobiernan. No tenemos ningún temor a los hijos. Esta gente nos encontrará enfrente». El desafinado orfeón de la Justicia es lo que menos necesitaba. Un fiscal con el retrovisor encendido de rencor. Con la memoria en las cunetas y los paseíllos. Con los códigos envueltos en revanchismo. Con la ideología por encima de la ley. El presidente del Gobierno está urgido de movilizar a sus peones, de animar a su parroquia. De resucitar. Su imagen en los sondeos se derrite como los relojes de Dalí. Perdió en la T-4 gran parte de su carisma y de su credibilidad. «Dentro de un año estaremos mejor». Pero no contra ETA, sino contra el PP. La tarde en la que desmintió con estruendo su reunión con un miembro de su partido para otear el horizonte vasco (¿tanto estropicio puede producir el que trascienda una charla con determinado compañero de militancia?), también se anunció el nombramiento de un jurista de verbo asilvestrado y de pasado enrojecido, para dirigir la gran maquinaria de la Justicia. El Estatuto catalán se encuentra al borde del precipicio y con los pies colgando. El «proceso de paz» es una boñiga inmanejable que apesta como el sobaco de una aspiradora. Los dos grandes impulsos políticos de Rodríguez Zapatero boquean atascados. El desánimo, esa tediosa enfermedad que en política sepulta líderes y muda gobiernos, empieza a cundir entre unas bases desconcertadas y atónitas. Nada es, ahora, como les dijeron que sería. «Primero la política y después la paz». «Lo que se apruebe en Cataluña se respetará en Madrid». Uno tras otro, los vacíos eslóganes de la farsa empiezan a pesar como losas. Las promesas incumplidas se acumulan bajo la gran alfombra del despacho de La Moncloa. El vino se desparrama airado por campos y bodegas, el chapapote rezuma con ecos lejanos en la frontera de un parque natural, y en Sevilla reaparece la imagen más lacerante del antiamericanismo adolescente, del pacifismo de guitarra y mochila, y perpetra un gran corte de mangas a la OTAN (de la que aún formamos parte, parece ser) ante demasiados testigos uniformados y anonadados. Es la liquidación de la confianza. La evaporación de los sueños de algodón. El gran ilusionista se ha hecho un nudo y los espectadores, hartos y avergonzados, empiezan a abandonar sus asientos. Ni proceso ni Estatut. Más de un millón de personas sepultaron en la gran marcha de Madrid los aspavientos del falso diálogo. Una decisión del Constitucional ha puesto en su sitio al catedrático que se había colado de rondón con sus informes a 6.000 euros la pieza.

Ahí es cuando aparece Fernández Bermejo, un fiscal con olor a sectarismo y con verbo de «vendetta». Profesionalmente periclitado, sin un solo apoyo de sus compañeros (ni siquiera los «progresistas») a lo largo de su macilenta carrera. Los únicos méritos de su hoja de servicio son su entrega al partido y su odio a la derecha. Bermejo es la respuesta. Es la pieza que desmadejará el embrollo que asfixia al presidente del Gobierno. Que sepultará la independencia y la profesionalidad en las instancias de la Justicia, que perseguirá y arrinconará a los jueces y fiscales que persistan en desentonar. «Soy de izquierdas y actúo desde la izquierda». Excelente lema para un defensor de la Justicia. Adiós al equilibrio . En los corrillos judiciales empieza a oler a purga. «Sectario y sicario», le dijeron, quizás con hipérbole. Al tiempo.

Rodríguez Zapatero, agotado ya en su empeño de asimilar al PP con la derecha extrema, ha tomado abiertamente el camino de la confrontación radical para embaucar de nuevo a la izquierda sociológica que le aupó a la Moncloa. Se le ha ido la mano hacia la izquierda extrema. El nombramiento de Rodríguez Bermejo es una declaración de guerra. Al respeto a las instituciones, a la integridad de la Justicia, a la convivencia entre los poderes del Estado. El presidente del Gobierno ha elegido la opción más insana para movilizar a su decepcionada militancia. La del rostro más fiero. La de desenterrar «la guerra de papá». Fernández Bermejo es la memoria histórica vestida de toga.



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